miércoles, 3 de octubre de 2012

Solo tú. Nadie más.


Cuenta la historia que hace mucho tiempo vivía en una cuidad, una chica que no sonreía. Solo disimulaba ser feliz para no ser notada por su pueblo.
Ella tenía un inmenso miedo ya que ella no sentía sentimiento alguno.
Sentada en su balcón observaba pasar en los coches a las parejas y notaba cierta alegría que parecía ser interminable, dibujando en sus rostros una felicidad inexplicable.
Todas las noches, solía preguntar a la Luna acerca de ese raro sentimiento que albergaba en el corazón de los habitantes de su reino. Y la Luna le decía que cada corazón tiene su otra mitad, son dos almas que se buscan para encontrar el verdadero amor y amarse eternamente, le explicaba que el corazón es como una puerta que tiene que abrirse con la llave que alberga en el corazón de otra persona.
Una noche el vacío y frío de su corazón no la dejó dormir lo que la hizo angustiarse y adentrarse en el bosque en busca de tranquilidad. Empezó a preguntarle a los árboles si alguien había visto la llave de su corazón pero nadie le respondió.
De pronto apareció un joven que la observaba desde que ingresó al bosque. Llave del corazón? le dijo sarcásticamente. Sí! asintió ella.
Eso no existe le dijo él. Hace mucho tiempo me fui de este pueblo en busca de la llave de mi corazón, he viajado tanto y he resuelto que eso no existe, simplemente hay personas que estamos destinados a vivir solos con el corazón frío sin amor alguno.
Eso no es cierto dijo ella con los ojos llenos de lágrimas, decir que ella podría quedarse asi? que horrible ! pensó. Entonces el desconsuelo la embriagó en un llanto interminable. El trató de retractarse pero era demasiado tarde, ella lloraba desconsoladamente y empezó a sentir un dolor intenso en el corazón. Él que jamás había sentido nada antes, sintió también un dolor abrumador al ver a la chica llorar  tanto.
Se acercó a ella le levantó el rostro y le dijo: No llores más que me duele verte así.
De pronto ambos se miraron a los ojos y sintieron como sus corazones palpitaban fuertemente, sus miradas entrelazadas eran como si ya se hubiesen conocido antes. No hubo palabras solo el acercamiento de sus rostros y el sello de un beso les hizo comprender lo que sucedía.
Ambos pensaron: Solo tú. Nadie más.  Tiene la llave de mi corazón.